El regreso tras un viaje tiene su parte dulce y su parte amarga. Lo más bonito después de vivir la experiencia es el recuerdo que perdurará en el tiempo.
El regreso tras un viaje es un arma de doble filo. Por una parte, todos necesitamos volver a sentir la sensación de seguridad que nos transmite estar en un entorno conocido, en el que desarrollamos nuestra vida cotidiana y nos desenvolvemos a diario. Ver a la familia, a los seres queridos. Por otra, el viajero necesita siempre más, desea continuar la aventura, seguir viviendo experiencias. Esta dualidad, creo, es común a todos aquellos que deciden emprender una aventura en solitario.

No me imagino la que debieron sentir los antiguos exploradores, los grandes viajeros, de este y otros tiempos, que abandonan su hogar para recorrer mundo, descubrir nuevas tierras y experiencias. Desde mi humilde posición les admiro por esa capacidad, por poder llevar a sus espaldas no solo la dureza del viaje, sino también la carga de la añoranza.
Ya con lo nuestro tras estas reflexiones, he de decir que la experiencia «Ruta de los viñedos olvidados» ha sido increíble. Todo ha salido genial. Bueno, excepto un par de días de lluvia por Cantabria que no empañan el viaje, pero si el material de esa etapa para los videos. Buen material en su conjunto para documentar paisajes espectaculares, viñedos de postal, buena gastronomía y experiencias.

Referente a la moto, BMW R 1250 GS, una máquina con la precisión de los mejores relojes suizos. Cómoda no, comodísima. Sufro de una lesión en la espalda que he de cuidar y no he tenido ninguna molestia. Estable en autopista, ágil en curvas, aplomada y con sensación de seguridad en su conducción. Fuera de carretera se comporta muy bien y su capacidad de carga es brutal, y eso que en mi caso no voy ni al 50% de esta. Una maravilla.
En cuanto al tema que toca al blog, los vinos y su cultura, que os voy a decir, para un amante del vino, y con ello el enoturismo, el poder recorrer 1.000 km. por la cornisa cantábrica durante 8 días, es una experiencia difícil de olvidar, y si es como en esta ocasión en moto, creo que sobran los argumentos y cualquier detalle que pueda contaros. Descubrir paisajes, algunos de ellos redescubrirlos ya que los conocía con anterioridad, nuevos viñedos, gastronomía….etc., por mucho que visites una zona esta no deja de sorprenderte a cada paso, y a las personas que hacen posible, no solo el viaje y la ruta, sino las historias que uno recordará en el tiempo.

En esta primera parte, la de Cantabria con sus dos IGP, Costa de Cantabria y Liébana, me ha sorprendido la calidad de sus vinos, los cuales ya había probado con anterioridad, pero quizás sea el contexto, la presencia en la zona y el conocer su origen un añadido a esa ya demostrada calidad. Bodegas familiares que elaboran sus vinos con mucha dedicación, la mayoría se podría decir de «garaje», que luchan día a día en el campo para hacer en algunos casos una sola elaboración. Vinos de gran frescura y con muy buena acidez.
No me extiendo más. Mejor que lo descubráis vosotros. Os dejo dos enlaces. Uno con mi artículo publicado en Vinetur sobre esta primera parte del viaje:
Ruta de los viñedos olvidados: Cantabria; dispersión y diversidad
Y otro con el video de mi canal de Youtube. Espero que lo disfrutéis y a vuestra disposición para cualquier consulta sobre la ruta o las zonas visitadas.
Wine Rider: «Ruta de los viñedos olvidados». Cantabria